La infancia radica en el acontecimiento de Otra cosa. Esto es algo que se verifica en la actitud corriente de los niños ante las historias que les contamos. “¿Y qué pasó después?”, “¿Qué más?”, nos preguntan, como si la fórmula “Colorín, colorado, este cuento se ha terminado” (o la promesa de felicidad en el futuro) fuera más una cláusula para que los adultos detengan ese poder de alteridad que caracteriza a los niños que un verdadero interés de estos últimos.
Los llamados “cuentos de hadas” no son un tipo específico de literatura o un género. Como bien nos recuerda Liora Stavchansky –de acuerdo con J. L. Borges– la literatura infantil es literatura sin más, porque el modo en que usan los niños el lenguaje es lo propio de la literatura cuando resiste a ser una simple comunicación o un mero intercambio de información. Diferentes aristas conceptuales podrían tomarse para esclarecer esta tesis, son las que utiliza Liora Stavchansky en su libro: el mito, la metáfora, lo innombrable. He aquí diversas figuras para cernir esa dimensión de la Otra cosa que alienta en el territorio de la infancia.
Luciano Lutereau