Usos del saber. Clínica de los discursos en psicoanálisis

Autor: Marcelo Mazzuca, Luciano Lutereau, Gabriel Lombardi, Edmundo Mordoh, Luis Prieto, Mariano López, Tomás Otero
Editorial: Letra Viva

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He aquí el camino de los discursos y su ronda permanente. Cuatro en total, empezando por el del Amo (o del inconsciente no revelado) y terminando en el del Analista (o del inconsciente revelado). Es que nada de lo que conocemos de la realidad humana puede considerarse pre-discursivo. Si se los utiliza como una herramienta clínica, estos “aparatos del goce” que son los discursos permiten distinguir cuatro estatutos diferentes del saber, dependientes del sitio donde se produzca su captura: saber impuesto (en el discurso Universitario), saber expuesto (en el discurso del Amo), saber supuesto (en el discurso de la Histérica) y saber en texto (en el discurso del Analista). Aunque en verdad son cuatro estatutos “más uno”, ya que el saber hacer con el síntoma en que consiste para Lacan el final del análisis no es equivalente a ninguno de los otros cuatro. Es al cual se accede por haber dejado plantados al conjunto de los discursos, razón por la cual Lacan traduce y translitera el unbewusste freudiano (“inconsciente”) en l’une-bévue (“la una equivocación”).

Un analista es al menos dos, decía Lacan: es quien se presta a la ronda heterogénea de discursos para hacer aparecer en acto los diferentes estatutos del saber, y también es quien luego elabora su clínica al intentar dar razones de su práctica analítica. Práctica y clínica se reúnen por referencia al saber. Constituyen un movimiento cuyo rodeo acerca cada vez más el “elemento” del saber al “lugar” de la verdad, en eso consiste la interpretación. Pero al mismo tiempo incrementa la certeza acerca de la heterogeneidad entre uno y otro término (elemento y lugar), cual si se tratara de una experiencia que va escribiendo su real, su punto de imposibilidad. No hay discurso que no sea del goce, agrega Lacan, y su estructura incluye el punto de imposibilidad que la asegura como real. Dicho de otro modo, no hay saber acerca del goce sexual, o no hay relación/proporción sexual que pueda escribirse por obra del encadenamiento significante. Lejos de impedir el lazo, este real del sexo lo incita y lo propicia.